Inmaculada Chacón, profesora y escritora: “Necesito escribir para sentirme viva”





Ángel Villacañas Sanz. Fuenlabrada.- Dice que su sueño era ser profesora y que es escritora por necesidad. Con su primera obra cumplió la promesa que le hizo a su hermana gemela Dulce, también poeta y novelista, semanas antes de que muriera de cáncer. Hoy hace seis años de aquello y sabe que ya nunca podrá renunciar a sus clases ni a sus libros. Inmaculada Chacón (Zafra, Badajoz, 1954), Doctora en Ciencias de la Información y Licenciada en Periodismo, es profesora de Documentación en la Universidad Rey Juan Carlos.

Pregunta. Profesora de universidad pero también escritora. ¿Qué fue antes para usted?
Respuesta. La enseñanza, sin duda. Desde muy joven quise ser profesora. Yo nunca tuve mucho interés en escribir. Eso fue algo secundario que vino mucho después de forma casi involuntaria.

P. ¿Hay técnicas para escribir bien?
R. Sobre todo, hay que leer. Es la mejor técnica del escritor. Mi padre era poeta y nos leía sus obras desde que éramos pequeñas. Mi madre también es una gran lectora. Los libros siempre tuvieron una gran importancia en nuestra casa.

P. Dicen que los gallegos tienen morriña de su tierra. ¿Qué tienen los extremeños de la suya?
R. Muchísima nostalgia, esa que se instala en el corazón de quien se ha ido de su tierra porque no ha tenido más remedio. A Extremadura la llevo muy dentro de mí. Vine con 11 años a Madrid, cuando murió mi padre. Éramos 9 hermanos y mi madre tuvo que abandonar Zafra y sacarnos adelante a todos.

P. Dice que nunca tuvo interés en escribir y que lo empezó a hacer por necesidad. ¿Qué pasó?
R. Mi hermana Dulce tenía un sueño, la literatura. Yo tenía el mío, la universidad. Cuando ella supo que se iba a morir me prestó su sueño, una novela, La princesa india. Quiso que yo la escribiera y lo hice. Ahora creo que lo que Dulce me pidió es que viviera porque sabía que es difícil sobrevivir a la muerte de un gemelo. Escribir aquella novela fue mi tabla de salvación.

P. Su hermana Dulce tuvo que ver mucho con su comienzo en la literatura.
R. Mi hermana me dio una patada en el estómago y me metió de lleno en este mundo. A mí nunca me ha gustado prometer nada pero en esa ocasión le hice una promesa a Dulce y la cumplí. Tomé el sueño prestado de mi hermana. Tuve que hacerlo. Hoy pienso que de quien no me fiaba era de mí misma.

P. ¿Hay algo que duela tanto como las ausencias?
R. No es la ausencia, es el hueco. No hay nada que duela más que el hueco que deja quien se va. Hay algunos que pueden volver a llenarse pero otros quedan siempre vacíos y otros rodean la vida de uno. El hueco creado por la muerte de Dulce me rodeaba y yo misma, de alguna manera, también me fui por él.

P. Dulce sigue presente en su vida, ¿sigue viviendo el “sueño prestado” de su hermana?
R. Creo que no. Hace muy poco que he dejado de soñar con Dulce. Yo cumplí un sueño que ella no pudo. Yo lo hice por ella. El sueño prestado por mi hermana ya terminó.

P. Su primera novela, La princesa india, fue una promesa a Dulce. ¿Qué vino después?
R. El poemario Alas. Con esa obra quise cerrar el círculo de duelo de la muerte de mi hermana. Luego vino Las Filipinianas, nada que ver con Dulce. Se trata de una historia inspirada en mi familia materna. Mi abuela era filipina. Es una novela que habla de esa tierra, de la pérdida de las colonias, del mundo de la masonería y, al mismo tiempo, es un homenaje a mi familia y a mi madre. Después escribí Urdimbres, que es un segundo poemario.

P. ¿Le llena más la poesía que la novela?
R. Necesito la poesía para expresar momentos de una intensidad que no admite la narrativa. Los sentimientos son poesía.

P. Debe ser difícil para usted que la vean como Inmaculada y no como la hermana gemela de Dulce Chacón.
R. Comprendo que mi entrada en el mundo de la literatura fue peculiar. Yo soy consciente de que mucha gente me rechaza. Pueden pensar que me aprovecho del nombre de mi hermana. Yo los entiendo y lo asumo. Desde el principio yo sabía que eso podría pasar. Pero, aunque lo acepto, no por eso deja de dolerme. De todas formas, hay también mucha gente a la que le gusta mi literatura y la leen. A ellos me debo.

P. Profesora, escritora, mujer, comprometida socialmente. ¿Siguen vivos los sueños de justicia social y de libertad?
R. Yo creo que no. Hoy hay otros sueños pero aquéllos que teníamos los hemos ocultado tras los visillos de la realidad. La revolución de nuestra generación no se hizo nunca. Hoy hay muchos avances y estamos mucho mejor que entonces, pero permanecen aún innumerables injusticias sociales y desequilibrios territoriales. Hay todavía un norte y un sur. La revolución no se hizo pero la mujer se ha emancipado y la sociedad puede hablar ya en voz alta en contra de los malos tratos e identifica sin pudor a los culpables.

P. Como documentalista, está muy interesada en la memoria histórica. ¿Hay que abrir las fosas que están en las cunetas y junto a las tapias de los cementerios?
R. Abrirlas, levantarlas hasta que no quede ninguna. Todo el mundo tiene derecho a enterrar a sus muertos, a sus padres, a sus abuelos. No se puede olvidar que los que están en las cunetas fueron asesinados. Hay que levantar las fosas porque los muertos de entonces nos pertenecen a todos.

P. ¿Qué está escribiendo ahora?
R. He terminado una novela juvenil y un poemario que se publicarán el próximo otoño. También estoy finalizando una obra de teatro que, si todo va bien, se pondrá en escena en el verano de 2010 en el Teatro Romano de Mérida. Quiero comenzar una nueva obra de teatro y la segunda parte de Las Filipinianas.

P. ¿Se ve a sí misma más como profesora o como escritora?
R. Soy las dos cosas. Las dos me apasionan, la documentación y la narrativa. Insisto, yo no escribo para cumplir un sueño. Yo soy escritora a mi pesar. Mi sueño era otro y ya lo había cumplido. Escribo por necesidad, necesito escribir para sentirme viva.

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