María Soledad Rodríguez Esperanza. Fuenlabrada.- “La votación finaliza a las ocho, y el recuento no se sabe” decía uno de los integrantes de las mesas electorales, y era verdad pasaban un par de minutos de las ocho de la tarde del 26 de noviembre, cuando las urnas cerraron tras 11 horas en activo. Cinco mesas, colocadas en forma de “u” invertida en el ala izquierda del aulario II sostenían las urnas correspondientes a los votantes. El grupo A pertenecía al personal no docente, las dos del grupo B eran de los profesores y los doctores y las otras dos del grupo C estaba destinadas para los alumnos, colocadas, por ese orden en el sentido de las agujas del reloj.
Las cinco mesas compuestas por cinco personas, una de ellas el portavoz de la misma, recogían los sobres con los votos para iniciar un tranquilo recuento. Las mesas más transitadas fueron las de los alumnos, especialmente las de los estudiantes cuyo apellido comenzaba entre A y M. Teniendo en cuenta la naturaleza de los votos, que cuentan de forma ponderada, es decir, unos “valen” más que otros.
Un par de miembros de la seguridad cortaban el paso a todos aquellos que se aproximaban a las mesas con la excusa de que “no se puede molestar durante un recuento pues un único fallo daría por inválida la votación”. Victoria Nebot la gerente del campus de Fuenlabrada, afirmaba lo mismo: era imposible acceder al área donde se encontraban ya que podría despistar a los encargados del recuento.
Llegaron las ocho y media, y algunos de los alumnos del aulario II salían de sus clases; como en todos los descansos, varias personas aprovechan para poder ir al servicio, y los que se acercaban para dirigirse al ubicado en el lado donde se encontraban las mesas, eran avisados por el personal de seguridad, indicándoles que debían visitar los aseos del lado contrario o los del piso de arriba.
Mientras que en las mesas la actividad era relajada, otros integrantes paseaban de un lado a otro hablando por teléfono móvil o charlando tranquilamente. Pocos eran los que salían del recinto flanqueado por la seguridad, aparentando prisa y sin apenas poder pararse a responder a un par de preguntas.
En una de esas salidas, Victoria Nebot se negó a proporcionar información alguna, alegando de nuevo que en los escrutinios no se podían encontrar allí personas ajenas al recuento. En definitiva, lo más destacado de la jornada fue la vigilancia y la discreción a la hora del escrutinio, así como la relajada actitud en su tarea por parte de los encargados.
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